Manifiesto por una Universidad libre de pseudociencia y oscurantismo

Debido a la proliferación de cursos pseudocientíficos en las universidades (para más información leer La lista de la vergüenza) y la guinda en el pastel que ha supuesto la creación de la cátedra de homeopatía en la Universidad de Zaragoza, suscribo y difundo el Manifiesto por una Universidad libre de pseudociencia y oscurantismo que ha creado J.M Hernandez del blog La Ciencia y sus Demonios. Si no sabes lo que es la homeopatía, te recomiendo que leas esta excelente entrada de MiGUi. A continuación reproduzco el manifiesto (las negritas son mías). Para apoyarlo, firma aquí.

Ante la cada vez más abundante proliferación de conferencias, cursos, seminarios y todo tipo de actividades que diferentes corrientes pseudocientíficas están desarrollando dentro del marco de las universidades españolas y latinoamericanas, tendencia que cristaliza en la reciente creación de una Cátedra de Investigación sobre Homeopatía en la Universidad de Zaragoza, los abajo firmantes (científicos, profesores, alumnos y ciudadanos en general) nos vemos en la necesidad de manifestar lo siguiente:

La colaboración entre la Universidad y la Empresa, así como con otros organismos y agentes sociales es enriquecedora, productiva y debe ser considerada como una de las prioridades de la política universitaria. Los acuerdos y contratos para la transferencia de resultados de la investigación a la empresa privada pueden representar una importante fuente de financiación para las universidades públicas; los cuales, desarrollados convenientemente, permiten una mayor productividad científica y la optimización de las aplicaciones de tal actividad. Sin embargo, creemos que no es justificable que la Universidad busque vías de financiación a cualquier precio, y aún menos si con ello pervierte su filosofía y fines fundamentales.

La Universidad Pública, como cualquier otro organismo de la administración, debe estar al servicio del ciudadano, manteniendo un contacto permanente con la sociedad de la que forma parte, mediante una comunicación constante que permita la sintonía entre el mundo universitario y las necesidades sociales. Para cumplir estos objetivos, la Universidad debe ser un adalid en lo referente a innovación y a exploración de nuevos caminos para el conocimiento. La Universidad nunca debe ser una estatua, sino una animación en constante movimiento.

No es posible entender la función investigadora y el compromiso social de la Universidad sin la imbricación con su papel fundamental en la formación de ciudadanos libres, capaces de enfrentarse al mundo mediante una mentalidad crítica que les permita escapar de las cadenas de la irracionalidad, la superstición y la ignorancia. Esta función docente, completamente consustancial a la institución universitaria, va más allá de las aulas, al representar la Universidad un referente en cuanto a conocimiento y racionalidad para toda la sociedad.

En este sentido, la Universidad juega un papel muy importante ante el avance que en la sociedad contemporánea están teniendo determinadas corrientes anticientíficas y antirracionales, que pueden suponer un significativo retroceso hacia el oscurantismo y la superstición, algo que se encuentra en el polo opuesto de los objetivos universitarios. Nos preocupa, como universitarios y como ciudadanos, que bien entrado el siglo XXI cada vez prolifere un mayor número de terapias más próximas a la magia que a la medicina, en muchas ocasiones amparadas por instituciones y empresas médicas profesionales; nos preocupa que presidentes de gobierno consulten astrólogos; que pulseras mágicas declaradas oficialmente fraudulentas sean portadas por ministros de sanidad y constituyan el regalo más vendido de las últimas navidades; que cada vez haya más ciudadanos que crean firmemente que las vacunas son tóxicas y nefastas para la salud; que aumente el número de enfermos que abandonan el tratamiento médico para abrazar alternativas esotéricas; nos preocupa muy seriamente que gran parte de la población vuelva a confiar más en los curanderos que en la medicina científica.

Nos preocupa que la Universidad pueda convertirse en un mercadillo que de cabida a cualquier alternativa irracional al conocimiento científico. Sólo una mal entendida apertura de mentalidad puede justificar que se enseñe alquimia en las Facultades de Química, ufología en las de Física o el diluvio universal en las de Historia. Ofrecer el foro universitario a las pseudociencias, en igualdad de condiciones con el conocimiento racional, no se traduce en ningún enriquecimiento cultural, sino en una validación universitaria de la superstición y la charlatanería. Difícilmente podremos educar a nuestros hijos sobre la inexistencia de bases empíricas en la predicción astrológica si van a encontrar en el campus universitario cursos de postgrado en astrología.

Reza una de las máximas en ciencia que la razón no debe aceptar algo como cierto sólo porque lo afirme mucha gente o porque lo suscriban personajes importantes, y que siempre es necesario detenerse ante cualquier afirmación y dudar sobre si es o no cierta. Esto obliga a actuar mucho más despacio, a sopesar cuidadosamente las opciones, a avanzar con cautela ante cualquier tipo de propuesta. Y esta es una de las cosas que creemos firmemente que debe enseñarse en las universidades.

Por todo ello, nos preocupa que la Universidad de cabida a cursos sobre acupuntura, a conferencias sobre creacionismo, a seminarios sobre astrología y a cátedras sobre homeopatía. Nos preocupa especialmente si no se enfocan como un debate crítico y un análisis racional, sino con un presupuesto de funcionalidad y validación científica de los que no sólo carecen, sino que están en frontal oposición al espíritu crítico universitario.

En el caso concreto de la homeopatía, aunque de igual aplicación para el resto de pseudociencias, no se ha demostrado científicamente ni su fundamento teórico (que contradice nuestros conocimientos sobre química y medicina más elementales), ni su efectividad más allá de un placebo. Décadas atrás, se destinaron importantes estudios a buscar una posible base en los postulados homeopáticos, los cuales no han variado significativamente en doscientos años, base que jamás se encontró.

Nos resulta extremadamente paradójico que mientras gobiernos europeos retiran fondos y apoyos estatales a la práctica homeopática, en España se instauren cátedras dentro de las universidades públicas. El aval que esto supone, sitúa a la homeopatía, a la astrología o al espiritismo dentro de la categoría de disciplinas universitarias; máxime cuando no nos encontramos exclusivamente ante una actividad de investigación sobre un fenómeno dudoso, sino ante una institucionalización dirigida a la formación y divulgación de estos postulados.

Consideramos por último, que si bien está justificado profundizar y destinar fondos a cualquier aspecto que pueda ser investigado, la especial situación económica actual convierte la inversión de esfuerzo y medios en este tipo de disciplinas totalmente desacreditadas en un acto de puro despilfarro de recursos, que podrían emplearse en líneas de investigación y docencia muchísimo más prioritarias.

Las personas que desde distintos estamentos y colectivos de la sociedad suscribimos este manifiesto, deseamos llamar la atención sobre este importante aspecto al conjunto de la población y, especialmente, a las autoridades académicas y gubernativas, confiando en que la razón acabe imponiéndose sobre la superstición y el oscurantismo.

El día que Peter Griffin se bebió medio Londres

Y ahora, la pregunta que todos nos hemos hecho: ¿cuánta masa ha de tener Peter para que la televisión describa la órbita que vemos en el vídeo? (Y si no os  la habéis hecho, es una manera de pasar un rato entretenido).

Antes de responder a la pregunta, hagamos unas pequeñas consideraciones, que nos van a ayudar a saber si Peter tiene sobrepeso.

Como en el chiste, consideremos un Peter esférico y una tele también esférica. ¿Por qué hacemos esto? De esta manera podemos considerar que toda la masa de Peter está concentrada en el centro de la esfera, y lo mismo para la tele. (Centro de masas)

-Para resolver este problemilla, también deberemos considerar que estamos en el vacío y sin la influencia del campo gravitatorio terrestre. Al estar en el vacío, no hay rozamiento con el aire, y al considerar que no hay gravedad, simplificamos la situación a un problema de gravitación como los que se ven en 1º o 2º de Bachillerato.

Para que quede más claro, tendréis que disculpar mis habilidades con el Paint, y ver la siguiente imagen:

A partir de ahora, tan sólo utilizaremos nuestros ojos, un cronómetro, un metro y la segunda Ley de Newton. La segunda Ley de Newton nos dice que “La aceleracion de un objeto es directamente proporcional a la fuerza neta que actúa sobre él, e inversamente proporcional a su masa.” O dicho en matemático: F=m·a. En el caso que nos ocupa:

Ahora, centrémonos en el satélite improvisado que le ha salido a Peter: la televisión. ¿Qué fuerzas actúan sobre ella? Tan sólo la fuerza gravitatoria que ejerce Peter. Esta fuerza es una fuerza central, y viene dada por la relación : F=G*MP*MTV/r2

G es la Constante de Gravitación Universal. MP y MTV son las masas de Peter y de la televisión respectivamente, mientras que r es la distancia que separa los centros de masas de ambos cuerpos. La masa de Peter es lo que queremos conocer, la incógnita, así que tendremos que hallar de alguna manera cuál es la masa de la tele y la distancia que separa a Peter del tubo de rayos catódicos.

Habrá que ir al desván, sacar la vieja tele de tubo, subirla a casa por las escaleras, hacerse una hernia discal, pesarla en la báscula (la tele, no la hernia), y ver que pesa unos 40 Kg.

Para estimar la distancia Peter-TV tendremos que utilizar el ojo de un buen cubero, pero como no tengo ningún cubero a mano (y no creo que me prestase su ojo), tendremos que mirar la foto de arriba una vez más, y ver que dicha distancia es más o menos la mitad de la altura del señor Griffin. Peter Griffin es estadounidense, y la altura media en los EEUU es de unos 1, 77 m. Así que la distancia que los separa son 0,89 m.

De esta manera, ya tenemos parte de la ecuación de arriba estimada, sólo nos falta el segundo miembro. Veamos, tenemos masa de la tele que multiplica a la aceleración. Aquí, un ojo avezado habrá visto que nos habríamos podido ahorrar la hernia de subir la tele hasta casa para pesarla, ya que podemos simplificar la ecuación. Pero así hacíamos ejercicio.

G*MP*MTV/r2 = MTV ·a   ==>  G*MP/r2 = a

Parece que tenemos un problema, pero no llamemos a Houston todavía. ¿Cómo podemos saber qué aceleración tiene la tele? Si le damos al play una vez más, veremos que la tele describe una órbita circular, con el módulo de la velocidad constante (es decir, no pega “acelerones”). Es un movimiento circular uniforme.

Movimiento circular uniforme | Crédito: Wikipedia

La aceleración que tiene el cuerpo es tan sólo aceleración centrípeta, y su módulo es a=ω2r. ω es la velocidad angular, que está relacionada con el periodo T. El periodo es el tiempo que le cuesta al cuerpo completar una vuelta completa. Pongamos el vídeo otra vez en marcha, cojamos un cronómetro, y veamos lo que le cuesta a la tele. ¿Listos? A mí me salen unos 2 segundos aproximadamente. Si os sirve de ayuda, podéis tomar como referencia la risa de Peter.

De acuerdo, ya tenemos todos los datos que necesitábamos, ahora sólo queda despejar la masa de Peter.

Y la masa de Peter es… (redoble de tambor):  1,04·1011 Kg, o lo que es lo mismo, la mitad de las reservas de agua de Londres. El dato lo he sacado de aquí. Si nos ponemos un poco más bestias con las comparaciones, Peter se podría haber zampado un tercio de la población humana, o también entrar en modo ballena y esquilmar un quinto de la masa del Krill antártico.

Curiosidades Guinness

Todos conocemos el Libro Guinness de los récords, donde se recogen récords sobre las cosas más inverosímiles y curiosos, como el hombre que más sables es capaz de tragar a la vez o el que ha conseguido tener 8 serpientes de cascabel vivas en la boca por más tiempo. Si queréis ver algunas de estas peculiares hazañas, echad un vistazo a la web.

Sin embargo, la historia de la marca Guinness de cerveza tiene algunas curiosidades dignas de figurar en su propio libro. Aquí van unas cuantas:

Extracto del contrato firmado por Arthur Guinness | Crédito: Guinness

-Arthur Guinness, fundador de esta marca, firmó en 1759 un contrato de arrendamiento por 9000 años con un alquiler de 45 libras anuales, que incluyen el consumo de agua, muy importante para una fábrica de cerveza. Visto lo visto, el contrato les ha salido muy beneficioso.

Tirar una pinta de Guinness no es como tirar una caña normal. La cerveza se tira en dos partes: primero se sirve 3/4 de pinta, se deja reposar durante un minuto o minuto y medio, para que se forme la espuma cremosa, y después se sirve el resto.

La bolita dichosa de la lata de Guinness: Cuando bebes por primera vez una Guinness de lata, te das cuenta de que hay algo dentro. Si abres la lata, encontrarás una pequeña bola hueca de plástico. Está diseñada especialmente para que la Guinness de lata sea igual que la de barril. Si os fijáis bien, veréis que la bola tiene un pequeño agujero. Antes de cerrar la lata en la fábrica, se añade nitrógeno gas a presión, provocando que la bola hueca de plástico se llene de cerveza y nitrógeno. Al abrir la lata, el gas sale por el orificio junto con la cerveza, produciendo espuma, y así al echar la cerveza en el vaso, es como si fuera de barril.

Un anuncio de la marca: «Las cosas buenas llegan a los que esperan», en referencia al tiempo que se tarda en servir la cerveza.

Si eres vegano o vegetariano, quizás prefieras no tomar esta cerveza,  ya que en su refinación se utiliza ictiocola. Esta sustancia se obtiene de las vejigas natatorias de algunos peces, y se emplea en el proceso de clarificación del vino y la cerveza, que consiste en quitarle las impurezas al líquido. También se puede usar en cocina como gelatina.

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Fuentes: Wikipedia y la infinita sabiduría cervecera de un amigo que recientemente estuvo por Irlanda, gracias David 😀

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